¿Últimamente has observado una cierta tendencia al aislamiento, excesivo control, sensación de que nos hemos habituado a conductas de protección excesivas; o si también puedes estar sintiendo tristeza, apatía, tensión, dificultades de concentración e ideas de desesperanza y/o preocupación continuada?
Si te han resonado alguno de estos síntomas entonces estamos ante una fatiga mental, consecuencia de una exposición repetida y continua ante el estrés. La pandemia nos está generando un alto impacto emocional al estar enfrentándonos a situaciones complejas y con gran incertidumbre, las cuales retan a los mecanismos de regulación emocional y a la capacidad de adaptación de nuestra vida cotidiana.
Explicándolo desde el terreno más puramente psicológico, ¿esto cómo se ha desarrollado?:
En primer lugar hemos experimentado una sensación de alarma, en la que ante una posible situación de estrés, empezamos a desarrollar una serie de alteraciones de orden fisiológico, y psicológico (ansiedad, inquietud, etc.), que predisponen a la persona para enfrentarse a la situación estresante. En el caso de la pandemia fue cuando nos enfrentamos a las primeras etapas del confinamiento.
Posteriormente entramos en lo que se llama la fase de resistencia, la que supone la adaptación a la situación estresante, en ella se desarrollan procesos fisiológicos, cognitivos, emocionales y comportamentales, destinados a “adaptarnos” de maneras menos lesiva a lo que nos está sucediendo. Esto fue cuando pudimos empezar a salir de casa y a hacer vida “un poquito más normal”.
Y por último nos estamos adentrando en la fase de agotamiento, en la que nos podemos estar sintiendo muchas personas, lo que se denomina ahora “fatiga pandémica”. Como todo, en esto existe un grado de vulnerabilidad, y es que no todas las personas lo afrontan de igual manera, depende de numerosos factores como el perfil psicológico personal, experiencias vividas, un grado óptimo de resiliencia y apoyos emocionales y ambientales adecuados, entre otros.
Algunos consejos que nos pueden ayudar a todos en esta situación son:
- Escucha tus señales internas y observa tus síntomas.
- Intenta a desmontar pensamientos distorsionados, no todo lo que piensas se cumple.
- Genera una alimentación equilibrada y consciente.
- Dedica unos minutos al día de actividad física, esto nos ayuda a descargar la ansiedad acumulada.
- Desarrolla momentos “mindfull”, tareas que nos hagan estar conectados y nos generen bienestar, como cocinar, pintar, escuchar música, practicar hobbies, etc.
- Fomenta espacios individuales y de autocuidado, por ejemplo un baño relajante o irte de compras una tarde.
- Desarrolla espacios familiares, como juegos de mesa o videollamadas.
- Cuando sintamos la necesidad de que algo nos agobia o preocupa demasiado, apóyate y elige las personas con las que puedes compartir está sensación para disminuirla o sobrellevarla mejor.
- Disfruta y conecta con el presente, sin plantearnos cuestiones más allá y fuera de nuestro control.
Es en estos momentos, cuando nuestro estado de ánimo comienza a desfallecer, la adaptación a un futuro “incierto” empieza a languidecer, las sensaciones corporales, muchas veces escuchadas de: “me falta el aire”, “no tengo fuerzas” y más preocupante, la sensación de que lo que se realiza o emprende no tiene sentido, ni propósito vital, es fundamental cuidarse. El contacto emocional, sentirse escuchado, comprendido y apoyado, son refuerzos de supervivencia ahora mismo, y, estrategias como centrarse en el presente y evaluar aquellas cosas que nos hacen sentir mejor, son también soluciones psicológicas que nos pueden ayudar a cubrir nuestras necesidades. No obstante, si sientes que no puedes con todo, pide ayuda, nosotras te recibimos con los brazos abiertos.
HAY SALIDA.
Equipo de MásQuePsicología